Un road-trip por Estados Unidos, parte III:Tennessee 

    CARRETERA Y MANTA

    Al encontrarse Georgia y Tennessee tan cerca uno del otro, no quisimos desaprovechar la oportunidad de escaparnos unos días y visitar la famosa Ciudad de la Música. Aunque antes, hicimos una escapada de un día para conocer Chattanooga. ¡Te doy la bienvenida a Tennessee!

    Por: Izaskun Zubillaga

    Chattanooga es una ciudad llena de arte y que invita al movimiento tanto con sus columpios a lo largo de toda la ciudad, como con sus conjuntos de huellas dispuestas por el suelo enseñando diferentes pasos de baile

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    Chattanooga

    En la frontera con Georgia se encuentra la ciudad de Chattanooga, bien conocida gracias a la canción de Glen Miller, “Chattanooga Choo Choo”. Los primeros habitantes de la zona fueron indios nativos americanos, de hecho, el nombre proviene del término muskogi (conjunto de lenguas indígenas americanas) “cvto” (chatta) que significa “roca” y se cree que se refiere a una montaña de la zona. A esa montaña, actualmente llamada Rock City, nos dirigimos. Sin embargo, no entramos a ver los jardines ya que llovía, íbamos con un bebé y una perra y decidimos que no merecería la pena pagar la entrada para tener que salir enseguida y no ver nada por las nubes grises. Eso sí, mi hermana ha estado y recomienda hacer la visita para poder ver desde lo alto siete estados diferentes de los Estados Unidos y adentrarse en los impresionantes jardines que esconde. Sin duda, queda pendiente para el próximo viaje.

    Aunque, ya que habíamos llegado hasta allí, disfrutamos de un paseo por las calles de Rock City. Nos gusta mucho ver las diferentes casas y jardines que hay en ese país. ¡Hay algunas realmente creativas!

    Después del paseo fuimos a Chattanooga, donde comimos y caminamos por sus calles hasta la noche. Es una ciudad llena de arte y que invita al movimiento tanto con sus columpios a lo largo de toda la ciudad, como con sus conjuntos de huellas dispuestas por el suelo enseñando diferentes pasos de baile como el mambo o el merengue. Resulta muy divertido probar los bailes, ¡aunque no es fácil!

    Terminamos nuestro paseo con unas deliciosas bebidas en un bar muy bonito y cogimos el coche de vuelta a Atlanta. Es una preciosa excursión. 

    En Nashville la música suena en cada esquina. Por algo es conocida como la Ciudad de la Música 

    Nashville

    Nuestra siguiente escapada antes de coger rumbo de vuelta a Miami para volver a España, fue un par de días en Nashville. Se encuentra a unas 4 horas de distancia desde Atlanta en coche. 

    Como teníamos muchas ganas de vivir la experiencia de lanzar hachas a una diana, buscamos un sitio en el que admitieran perros (tenían una zona abierta a una terraza donde Trixie estuvo muy cómoda a la sombra). Nos enseñaron diferentes maneras de lanzar las hachas y diferentes juegos para competir entre nosotros, y con unas bebidas y unos nachos picantes pasamos un rato muy divertido animándonos mutuamente, más que compitiendo. Reconozco que al principio me daba miedo, pero ¡me lo pasé en grande!

    Finalmente, llegamos al hotel por la noche, por lo que me quedé en la habitación con Trixie y el bebé, que ya dormía, mientras mi familia cogió una cena rica en una gasolinera cercana.

    Al día siguiente fuimos de turismo por la ciudad donde la música suena en cada esquina. Por algo es conocida como la Ciudad de la Música.

    Revista Fetén

    Paseamos por el Centennial Park (muy diferente al Centennial Olympic Park de Atlanta) en el que encontramos un panteón que se puede visitar por dentro, aunque nosotros lo vimos por fuera, un estanque con cisnes, y enormes campas donde estaba teniendo lugar un concierto de country. Al parecer, en este parque siempre celebran eventos y conciertos.

    Después, fuimos al centro de Nashville a conocer la calle más turística y marchosa de la ciudad: Broadway Street. En ella se encuentran bares con las puertas y ventanales abiertos desde las que sale música en vivo. Por eso, según vas caminando puedes escuchar a diferentes artistas. Además, entre los bares encontramos pequeños comercios como pastelerías, tiendas de ropa o de las míticas botas y sombreros de estilo country. Cuanto más se acerca la noche, más se llena la calle de gente, fiesta y vehículos a cada cual más extravagante. Sin duda, una experiencia muy divertida, aunque no pudimos entrar en ningún bar ya que no está permitido a menores de 21 años ni a perros. Así que, después de horas recorriendo esta calle, bailando al aire libre y entrando en algunos comercios, fuimos a un sports bar en otra vía para cenar algo. Y vivimos una de esas experiencias tan americanas y divertidas de las que comentamos años después: un extraño se paró a hablar con nosotros y estuvimos compartiendo impresiones sobre la diferencia cultural mientras uno de sus amigos se disculpaba por si nos estaba molestando. Siempre me sorprende lo normalizado que tienen en Estados Unidos hablar con desconocidos por la calle. 

    Aunque hay que ir con cuidado y no fiarse demasiado ya que, como te conté en el primer artículo de Carretera y Manta, mi familia y yo hemos vivido momentos tensos que parecían sacados de una película como, por ejemplo, que en un hotel una mujer le sacara una pistola a mi madre entre risas (supuestamente únicamente para mostrársela y sin más incidentes) o como aquella vez que, viviendo yo en Los Ángeles, me dieran un puñetazo en la cara y se llevaran la bicicleta en la que me desplazaba (algo que bien podría haber pasado en España, es cierto, pero toda la situación fue diferente). Sin embargo, en general allí la gente solo necesita hablar con alguien y es común que te hagan cumplidos sobre la ropa que llevas o la energía que desprendes. 

    Como siempre digo, lo bonito de los road-trips es poder parar en cualquier lugar y en cualquier momento, y aprovechamos esto junto a la necesidad de descansar por Trixie y el bebé para vivir nuevas experiencias. No podíamos dejar Estados Unidos sin entrar en un auténtico Farmer’s Market, un mercado en el que puedes encontrar desde comida a artesanía, todo hecho a mano o casero, con productos naturales que los granjeros cultivan o crean. Ahí compramos una limonada de limón y otra de melocotón, ambas deliciosas, y cacahuetes hervidos. Estos últimos no fueron de nuestro gusto, pero deben ser muy típicos por allí.

    Después de conocer Nashville, volvimos a Atlanta para recoger nuestras cosas y comenzar la última parte de nuestro viaje recorriendo la costa caribeña de Florida de norte a sur. Esto, como siempre, te lo cuento en el próximo número de la Revista Fetén.

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