Una característica peculiar del archipiélago canario es que cada isla tiene su carácter, meteorología y estética propia, por muy próximas que estén. Y Lanzarote es la isla de la calma y la naturaleza.

Texto y Fotos: María Rosselló

Al llegar a ella el tiempo se detiene y el paisaje te envuelve. A excepción de algunas localidades más turísticas, sus pueblos son pequeños y sencillos y sus colores son básicamente dos: El marrón oscuro casi negro de la tierra, y el blanco de sus casitas encaladas, una combinación con mucho encanto.

Esta isla ha entendido que sostenibilidad y turismo no son contradictorios, por ello fue declarada reserva de la Biosfera en 1993. La gran aportación a ese logro fueron los proyectos que el artista plástico César Manrique realizó en su isla natal. El pintor elaboró un nuevo ideario estético que denominó arte-naturaleza/naturaleza-arte. Sus rasgos característicos eran el diálogo respetuoso con el medio natural y el respeto por la tradición local entre sus valores arquitectónicos. Gracias a ello, en Lanzarote, naturaleza y arte van de la mano.

Nuevo Nº Junio 2021

Los lugares que visitas no desentonan nunca con el paisaje; ves la mano del hombre en su creación pero totalmente incrustados en el entorno de un modo natural y fluido.

Los Jameos del Agua se localizan en un túnel volcánico creado por las erupciones del volcán de la Corona 

Los Jameos del Agua, por ejemplo, se localizan en un túnel volcánico creado por las erupciones del volcán de la Corona. Manrique supo aprovechar el derrumbe del techo de este túnel para crear un lugar lleno de armonía y calma, cuyo auditorio es único en el mundo por sus cualidades geológicas y acústicas.

Adentrarte en el Jardín de Cactus es entrar en un paisaje casi lunar de rojos y verdes, un micro-mundo. Antiguamente era una cantera abandonada y actualmente un jardín especial para cactus de todas partes del mundo.

La obra más conocida de Lanzarote quizás sea el Parque Nacional Timanfaya, también conocido como las Montañas de Fuego. Un lugar mágico, un paraje desolador de ocres y marrones impresionantes. Una muy buena opción es recorrer en autobús la ruta de los volcanes, no apto para miedosos al pasar por determinados caminos y acantilados, pero el viaje vale mucho la pena. Y el restaurante del parque, llamado El Diablo, usa el calor de la tierra para cocinar; todo un espectáculo ver asar la carne con el calor volcánico. ¡Y es que a tan sólo 10 metros de profundidad la tierra supera los 300 grados de temperatura!

Una parada obligatoria al salir del parque es el Echadero de los Camellos, una ruta de 2 km de paseo en camello inolvidable. Aunque sea algo turístico es, como todo en Lanzarote, respetuoso con el lugar y su esencia (antiguamente la nobleza de la isla se desplazaba en camello y estos animales eran vitales para realizar las actividades agrícolas de la zona).

Y el sitio que me enamoró fue sin duda El Mirador del Río, situado a más de 400 metros de altura. Es un mirador precioso desde el cual puedes ver la isla de La Graciosa y El Río –la estrecha franja de mar- que la separa de Lanzarote. 

La Graciosa es una isla anclada en el pasado cuyas carreteras se pueden transitar sólo a pie o en bicicleta. Un regalo que hayan sabido mantener la esencia de la isla.

Desde El Mirador, ¡te sientes tan pequeña! Y a la vez tan privilegiada ante la inmensidad del paisaje que se abre ante tus ojos. Un lugar inolvidable.

Aunque Lanzarote no es sólo arquitectura y visitas obligadas.

Gracias a César Manrique en Lanzarote naturaleza y arte van de la mano

También es surf, tradición y puestas de sol, si visitas el pueblecito de La Santa.

O playas salvajes y paradisíacas si haces la ruta de las Playas de Papagayo. Si llegas hasta aquí disfrutarás de 5 playas de arena blanca con aguas tranquilas, perfectas para hacer snorkel, envueltas en acantilados y rutas de tierra.

Si buscas azules turquesa y acantilados, El Golfo es tu lugar, un pueblo pesquero con menos de 200 habitantes. Una localidad encantadora para pausar y con la rareza de su lago verde (tiene ese color por la acumulación de azufre y algas).

Incluso en la capital puedes escaparte al Charco de San Ginés, un núcleo de pescadores, y disfrutar de un agradable paseo con olor y sabor a mar, rodeado de embarcaciones y colores al atardecer.

Lanzarote es siempre una buena opción. Al ser una isla pequeña puedes recorrerla en pocos días y su energía te hará desconectar de todo y reencontrarte con la naturaleza y la belleza. Es una recarga vital. Y además vas a comer de lujo, no en vano son de sobra conocidos sus vinos y sus quesos.

Sin olvidar que la temperatura media anual es de 22 grados. Una primavera eterna. 

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