VIAJAR A SOFÍA Y OTRAS FORMAS DE SALIRSE DE LO ESTABLECIDO

La capital búlgara no es muy usual a la hora de visitar Europa pero está llena de rincones que la convierten en un destino que desprende magia

Por: Paula Urrutia

Hay casualidades que sin previo aviso llegan y nos regalan las mejores experiencias de  nuestra vida. Un destino prácticamente escogido al azar, unos nervios incontrolados y sobretodo, ganas locas de vivir algo nuevo. Así fue cómo me enamoré de Sofía.

La capital búlgara puede parecer a simple vista un lugar frío y soberbio, probablemente debido a su período socialista entre 1946 y 1990. Pero esta etapa ha dejado imponentes edificios públicos como el Palacio de Justicia o la Asamblea Nacional de Bulgaria, ambas construcciones del siglo XX. Más allá de la arquitectura austera que podemos encontrar, esta capital europea ofrece una impresionante combinación entre arte y cultura. Pasear por un parque y toparte con maravillas como el Teatro Nacional Ivan Vazov, el más antiguo e importante de Bulgaria; o sin ir más lejos, el corazón de Sofía: la catedral Alexander Nevski, uno de los templos ortodoxos más grandes del mundo que fue construido en el siglo XIX en memoria de los rusos caídos durante la Guerra Ruso-Turca.

Nuevo nº Junio 2020

Recorrer el centro de la ciudad es viajar a través del tiempo. Mientras uno visita las ruinas de Serdica (centro y antiguo nombre que se le daba la capital búlgara) se descubre a sí mismo paseando dentro de un espectacular y curioso triángulo de la tolerancia. En menos de un kilómetro cuadrado figuran los centros de tres edificios religiosos: la iglesia de Santa Nedelya, la mezquita Banya Bashi y la Sinagoga.

Cuando se acerca el fin de semana, las noches en Sofía se vuelven de lo más animadas, y no hay nada como Vitosha para vivir esta experiencia. La calle central, la de las tiendas y el comercio; es imposible resistirse a sus encantos. Cada dos pasos uno se encuentra con bares a la última en los que puedes hacer absolutamente de todo: desde cenar tranquilamente hasta salir de fiesta. Las terrazas acristaladas de estos locales, acompañados por las luces y el buen ambiente convierten la zona en un atractivo centro social.

Lo curioso del boulevard Vitosha lo encontramos en su nombre, y en esto vuelve a tomar protagonismo la magia de esta ciudad. Si nos situamos en un extremo de esta calle peatonal y miramos hacia el fondo podremos contemplar (si la característica niebla que se forma en los días de frío no nos lo impide) la montaña de Vitosha. Si eres un apasionado de la naturaleza visitar Sofía es un lujo. Este paraíso natural a tan solo 10 km del centro es la actividad favorita de sus habitantes. Además, la nieve y el invierno convierten al pulmón verde de la ciudad en un lugar idóneo para la práctica de esquí, así como el senderismo y la escalada. Subir esta montaña se convierte en algo mágico y más en el momento en que alcanzas a ver la cascada de Boyana, una imagen que yo personalmente no olvidaré jamás. 

Y después de un intenso pero agradable paseo por la montaña, ¿qué puede haber mejor que comer? Os lo aseguro, nada. Sofía ofrece una variedad infinita de opciones gastronómicas y es necesario probarlas todas, desde lo más típico de la urbe hasta una sorprendente y excepcional cocina internacional. Porque la comida búlgara es otro de los atractivos principales de esta capital, no solo por su sabor, sino por su increíble precio. Si hay algo barato en Sofía de verdad, esa es la comida; y lo mejor de todo es que está deliciosa. Lo más común que podemos encontrar es la banitsa: un roll de hojaldre relleno de queso feta y, a veces, espinacas. Este plato y todos los típicos búlgaros se encuentran en fabulosos restaurantes situados a cada rincón de la ciudad. Lugares acogedores y con encanto donde poder degustar un menú completo lleno de sabores nuevos que os aseguro, no os dejarán indiferentes