
Texto: Mercedes Lafuente,Sofía Álvarez de Eulate
Fotos: Javier San José
Myanmar, la antigua Birmania -Burma para los ingleses-, establece frontera con India, Bangladesh, China, Tailandia y Laos, abriéndonos las puertas de entrada al sudeste asiático y haciéndonos soñar con junglas, pagodas y arrozales .
Hoy de actualidad en relación con la crisis de los rohingyas. El país se independizó de Gran Bretaña en 1948, y avanza hacia la democracia desde 2011, bajo la estrecha supervisión de los militares que la gobernaron con mano de hierro durante más de 50 años.
Ahora, junto a su presidente, se hace ver la consejera de estado (la constitución actual no permite que con dos hijos nacionalizados británicos pueda ser presidenta) y premio Nobel de la Paz en 1991, Aung San Suu Kyi.
Myanmar es un país con aproximadamente 500.000 monjes.
Su situación política ha frenado el turismo, manteniéndola virgen y haciéndonos soñar con junglas, arrozales, lagos, pagodas y los paisajes que describieron Orwell y Kipling.
Un país predominantemente rural, con 70% de su población dedicada a la agricultura. Antaño fue el primer productor mundial de arroz, hoy el sexto. Y con poco más de 50 millones de habitantes recibe cada año un millón de visitantes frente a los más de 30 de su vecina Tailandia o los 10 de la cercana Vietnam.
Rica en jade y otras gemas, -nos ofrecerán a lo largo del viaje rubíes y ámbar en varias ocasiones- así como en petróleo, gas natural o teca, siendo el primer productor de esta madera.
Impresionante su diversidad étnica (más de 130), con mayoría bamar (más del 80%) y con distintas tribus, algunas de ellas reducidas prácticamente a los lugares más inaccesibles como las montañas fronterizas.
YANGÓN
La antigua Rangún, la ciudad más poblada del país y anterior capital nos recibe en su aeropuerto internacional.
Ya en sus calles al anochecer sentimos su calor y bullicio y brillando al fondo de la avenida la cúpula dorada de la Sule Paya, pagoda en birmano.
Jóvenes con longhi, la falda larga masculina que con gran arte se atan a la cintura, (2) las parejitas embelesadas, algunos monjes rezagados, antiguos edificios coloniales, frutas tropicales especiadas en los puestos callejeros y algunas sonrisas rojas, delatoras del consumo habitual de la nuez de betel, muy extendido en todo el sudeste asiático y especialmente en Myanmar.
La visita a Shwedagon, el complejo religioso más importante del budismo nacional y guardián de ocho cabellos de Buda, nos abruma con sus dimensiones y su ambiente multitudinario. (3) Los locales nos miran a menudo e incluso nos piden fotos; creemos que nos ven exóticos y nos divierte. Hacia el anochecer repetimos la visita para disfrutar de sus nuevos colores.
LAGO INLE
Es el segundo más grande del país y uno de sus mayores atractivos. Llegamos tras un breve vuelo al pequeño aeropuerto Heho y desde allí nos acercamos al lago.
Sus palafitos, huertos y jardines flotantes, sus pescadores icónicos de la etnia Intha “Hijos del lago” , con su exclusivo estilo remero -inmortalizados incluso en la publicidad de Louis Vuitton-, sus sonrientes y amables lugareños… nos conquistan desde el primer momento….
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