Desde su capital hasta el Yucatán, México no deja de sorprender por su color, su calor y su   patrimonio

Texto y Fotos: Brezo Rodríguez

Al igual que ocurre con las personas, hay destinos que no están hechos para pasar desapercibidos y México es indudablemente uno de ellos. A “primera vista” es un destino que inspira color, calor y sabor y, efectivamente, son atributos que marcan la experiencia en este increíble país.

La Ciudad de México -que no “el DF”- y el Mundo Azteca

Hace años que la capital mexicana ha dejado atrás su apellido federal y ha pasado a subrayar su identidad como “Ciudad de México”. Una de las metrópolis más pobladas del mundo, con más de 22 millones de personas, que, como suele pasar en las capitales latinoamericanas, consigue descongestionar esa sensación gracias a sus amplias avenidas que logran que uno no se dé cuenta de que está compartiendo la ciudad con tanta gente. 

Existen varias leyendas sobre el origen de la palabra México y de esta capital, como la de sus fundadores los Mexicas/Aztecas para quienes la luna tenía un papel fundamental. Al parecer esta era una zona llena de lagos, razón por la que lleva toda su historia peleando contra hundimientos y desniveles. Cuenta esta leyenda que tras ver sobrevolar al águila con una serpiente en el pico (hoy protagonizando la bandera nacional) los mexicas fundaron la ciudad en el lago principal y al caer la noche y ver el reflejo de la luna en el mismo interpretaron que aquel asentamiento estaba  “en el ombligo de la luna” uniendo los vocablos metztli (luna), xictli (ombligo) y co (lugar). Bonito ¿no?  

Para ir cogiendo el sabor de la ciudad, nada mejor que ir a la caza y captura de tacos callejeros, como 

los de la Taquería El Progreso, un lugar de lo más auténtico, de lo más “local”, donde aunque “apestes” a guiri  te atenderán como a un vecino más. Eso sí, picarás en la primera novatada gastronómica: ¡nunca eches nada a un taco sin preguntar cuánto pica! Nada. Ningún ingrediente en esta tierra es inocente.

La primera cita con esta ciudad es, ineludiblemente, el Zócalo, su plaza más emblemática, desde donde arranca el recorrido por su centro histórico. Encabezado por la gran Catedral Metropolitana, la más grande de América Latina, saluda de frente a la enorme bandera nacional que ondea en el corazón de la plaza. Justo detrás de ésta se encuentra la gran huella del pasado de la ciudad, el Templo Mayor de Tenochtitlán, sitio arqueológico en el que se puede ver la grandeza que ya tenían las construcciones aztecas antes de la Conquista sobre las que se asentaría la “Nueva España”.