Tan histórica como joven, tan Docta como pícara, la capital cordobesa nos demuestra que Argentina tiene muchas versiones más allá de Buenos Aires y la Patagonia

En un país que ostenta la capital del tango -Buenos Aires- y la del fin del mundo -Ushuaia- resulta difícil pensar que pueda haber hueco para más protagonismos. Sin embargo, en la zona central de este país, hay otro corazón donde la Argentina late con fuerza: la ciudad de Córdoba. 

Nuevo nº Marzo 2020

Como se puede adivinar por su nombre, Córdoba fue fundada por los españoles, en pleno apogeo del Imperio de Felipe II. La riqueza natural de la zona y su supuesto emplazamiento estratégico hicieron de esta zona el lugar elegido para fundar la que hoy es la segunda ciudad más importante del país. 

Sin duda Córdoba estaba llamada a ser grande y pronto se consolidaría como uno de los grandes enclaves comerciales de Latinoamérica tras convertirse en aduana del virreinato de Perú y la disputada zona del Río de la Plata, algo que atrajo a muchos españoles y portugueses a asentarse en la ciudad. La llegada de los Jesuitas también contribuyó al crecimiento y organización de la sociedad cordobesa.

Capital Universitaria y Patrimonio de la Humanidad 

Poco después de su fundación, en 1613, en Córdoba se fundó la primera universidad de Argentina y una de las primeras de toda América Latina, de ahí su apodo de “La Docta”, que marcaría históricamente la personalidad de la ciudad. Así, desde casi su fundación hasta la actualidad, la Universidad de Córdoba atrae a miles de estudiantes nacionales e internacionales cada año que aportan a la urbe un permanente espíritu de juventud.

Junto a su tradición universitaria, el gran patrimonio arquitectónico es uno de los atributos más sorprendentes de esta ciudad. Además, su centro histórico está bastante concentrado por lo que hace muy fácil la visita caminando de un punto a otro sin necesidad de perder tiempo atascados en el tráfico de la ciudad que todavía no cuenta con transporte suburbano.

Empezar por la cuna de su arquitectura fundacional en la Plaza de San Martín, ágora principal de la ciudad en sus inicios, es la mejor opción para sumergirse en la historia de Córdoba. Ante la atenta mirada de la estatua del General José San Martín -al que homónimamente rinde homenaje la plaza- se encuentra la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, con una curiosa mezcla de diferentes estilos artísticos debido a los dos siglos que se tardó en construir, y el Cabildo, uno de los mejores ejemplos de arquitectura colonial que quedan en Argentina. Tras tener numerosas funciones institucionales a lo largo de la historia -cabildo, jefatura de gobierno, prisión, etc.- actualmente es el museo de la ciudad y un activo centro cultural. Ambos espacios son de visita obligada para comenzar a saborear la historia cordobesa y sus orígenes.

Tomando (que no cogiendo, ya que en Argentina este verbo tiene otro pícaro significante) la Calle Santa Catalina (o Pasaje Santa Catalina), llegamos a un punto muy significativo de la ciudad; el Archivo Provincial de la Memoria, antes también denominado D2, Centro Clandestino de Detención durante la dictadura militar. Un punto de encuentro con el pasado más reciente de Argentina y un espacio que te ofrece una experiencia inmersiva en la dureza de la represión y las detenciones con testimonios de los retenidos y que recuerda a los miles de desaparecidos durante la dictadura. Salir de aquí ‘tocado’ y con un nudo en la garganta es inevitable, aunque también ofrece una cara más amable como gran archivo de memoria histórica y centro cultural…

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