Por: Lupe Cartié –Los directores de Lupe- Fotografia: Michael Oats

Fotografia: Michael Oats

Hablar de Fernando González Molina, es hablar de un niño al que el cine le permitió viajar a mundos imaginarios y fascinantes y que ha conseguido hacer de esta pasión su día a día. 

Se dedica a contar historias desde el corazón, esculpiendo con absoluta delicadeza los personajes que van a vivirlas. 

Ha dirigido grandes películas -algunas de ellas éxitos de taquilla-, series de televisión y un documental.

Después de “El Guardián invisible” vuelve con “Legado en los huesos”, segunda parte de la Trilogía del Baztán, el bestseller de Dolores Redondo.

Yo tuve la suerte de que me dirigiese en “Palmeras en la Nieve” y me sorprende verlo con esa misma luz en la mirada, con esa emoción que pone en todo lo que hace y que nos transmite a todos los que estamos cerca de él.

Fotografia: Michael Oats

Icruceros: Has definido “Legado en los huesos” como un viaje emocional. Yo siento que la base sobre la que se levantan tus historias tiene que ver con lo más íntimo del ser humano y sobre cómo viven las cosas que les ocurren, y ahí aparece la historia, pero siempre desde el personaje.

Fernando González Molina:Sí, totalmente. Cuando la vi acabada con la música de Fernando (Velázquez), pensé que la historia está alejada de otras cosas, por ejemplo de “Palmeras en la nieve”. Pero yo la veo conectada de alguna manera, veo que es una película mía, siendo una novela de Dolores (Redondo). Basada en una novela negra, con un tono muy concreto, yo la encuentro muy cercana a lo que a mí me gusta. 

No es tanto por la historia como por la forma de trabajar el personaje protagonista. 

Tú y yo hemos trabajado juntos y sabes que yo comienzo trabajando en el guion. 

El guion tiene que funcionar y le dedico mucho tiempo con el guionista, luego me olvido. 

Y lo que me apasiona es amarrar la historia siempre sobre las emociones que tienen los personajes en cada momento. Y con los años cada vez me gusta más trabajar así con los actores.

Está hecha con el corazón, como todas las cosas que trato de hacer. E intentando contar historias que le lleguen a la gente. 

Nuevo nº Marzo 2020

Icr.: Cuando vi las primeras imágenes de la película pensé: “Es Fernando”. Y tiene que ver con la imagen, con la música y como creas los ambientes. En los primeros segundos aparece una gran puerta por donde nos haces entrar a la historia.

F.G.M.: Yo no me sé analizar, pero creo que tiene que ver en cómo te aficionas a las películas.

Me voy a ir a un sitio muy lejano…Yo era un niño que vivía en Pamplona, 10, 12 años, gay, con sus cosas, ¡imagínate! No fue una infancia infeliz, pero bueno… Y para mí las pelis te llevaban a otros lugares, los libros, los cómics… Todo eso me transportaba y mi relación con el cine ha sido siempre esa.  

Es mi manera de entenderlo y cuando he podido hacerlo, lo he hecho así. 

Yo lo imagino como un viaje. Estás en la butaca del cine -debe ser en el cine- y te trasladas a otro lugar, sea el tipo de película que sea. 

Así que siempre tiene que empezar de una manera concreta, tiene que tener un sonido, una música, una imagen. 

Yo no busco remover conciencias ni hacerme el interesante. Yo siento el cine como elemento de evasión. Ni de formación ni de discusión.

“Esta película está hecha con el corazón, como todas las cosas que trato de hacer”.

Icr.: Es curioso, cuando rodamos “Palmeras en la Nieve” y entré en aquella ciudad que habías creado, sentí que había entrado en el territorio de juego de un niño. ¿Qué había ya en ese niño del director de cine que eres ahora?

F.G.M.: ¡Todo! Yo siento que somos exactamente la misma persona que cuando  éramos niños. Para bien o para mal, porque hay algo que se construye en esos primeros años. 

Yo obligaba a mi hermana a hacer entrevistas, ser personajes y disfrazarla (risas). 

Mi amiga Leticia -que vivía en el piso de abajo- y yo, nos vestíamos de gala para ver los Óscar. Éramos personas que utilizábamos el cine para viajar a otro lugar. 

Parte de eso está en mí e intento desesperadamente no perderlo. ¡Jugar!

Yo me acuerdo como te conocí a ti en la sala de casting y era una prueba muy rara la que te hice (risas).

Pero yo siento que quiero trabajar con gente así, que entra y pone el estómago y todo lo que tiene. Me acuerdo mucho de esa prueba.

Me pasó también con Marta Etura y con Berta Vázquez, actrices que se meten y juegan.

Icr.: Dijiste una vez que te gustaba que tu familia viera lo que haces porque es lo que eres. ¿Qué piensan ellos de tu trabajo? 

F.G.M.: Sí. Con mi madre me río, porque para ella es increíble que ese niño que hacía cosas raras -la cámara, los cómics, las fotos, siempre leyendo- haya hecho de ese elemento de evasión un poco friki, su modo de vida (risas). La tiene fascinada. Y para mí es el sumun de la felicidad. 

Mi padre siempre me decía, y aún lo dice, hagas lo que hagas es muy importante que tu trabajo te guste porque vas a pasar un tercio de tu vida dedicado a eso. Y es muy doloroso dedicar tanto tiempo a algo que no te gusta. 

Yo puedo decir que mi trabajo y mi hobby es el mismo. 

Icr.: ¿Siempre te han apoyado?

F.G.M.: SÍ. Yo era muy buen estudiante y saqué periodismo con muy buenas notas. Me ofrecieron quedarme en la universidad como profesor y en ese momento me di cuenta de que no era lo que quería. Y me vine a Madrid a estudiar en la escuela de cine. 

Ellos me apoyaron económicamente, con el esfuerzo que eso supone para una familia media, pero sobre todo me apoyaron  moralmente, a pesar del miedo ante un mundo que no conocíamos…….

Con su nueva sección “Los Directores de Lupe” Comencé mi carrera como actriz en Zaragoza, ciudad en la que viví hasta que me trasladé a Madrid en 2011, para conocer a José Carlos Plaza. Con él entrené durante 6 años y pude trabajar como ayudante en Mérida. Le considero mi maestro porque, por tiempo que pase, sus enseñanzas brotan siempre que me enfrento a un nuevo trabajo.