Por:Aida Herrero Gil (Veterinario)
Viajar con nuestros peludos
Nací en una casa llena de perros, vivo rodeada de perros y así me gustaría continuar el resto de mis días. Desde que tengo uso de razón tuve claro que quería ser veterinaria y, con mucho esfuerzo y perseverancia, logré cumplir mi objetivo y dedicarme a lo que más me gusta, los animales. Es mi pasión y mi vocación, y tengo la gran suerte de disfrutar cada día en mi trabajo.
Tengo dos perros. Puede parecer obvio siendo veterinaria pero no penséis que es lo habitual. La gran mayoría de veterinarios no tiene mascotas en casa. Quizás sea una forma de desconectar de un trabajo que absorbe mucho y que, en muchas ocasiones, te llevas a casa teniendo que ponerte a repasar bibliografía cuando toda la familia duerme para avanzar en ese caso tan complicado que te quita el sueño.
Lo mío puede que para muchos sea masoquismo pero nunca he tenido menos de dos perros en mi casa porque realmente no concibo la vida sin estar rodeada de estos ángeles peludos. Casi todos los que tenemos perros los concebimos como si fueran uno más de la familia. Muchas veces se convierten en nuestro refugio tras un duro día, en nuestro paño de lágrimas cuando la vida parece que se pone en tu contra, en nuestra sonrisa cuando la tristeza ha dominado la jornada. Además ellos jamás te dan una mala contestación, ni discuten, ni te ponen una mala cara. Siempre guardan para ti una mirada consoladora, un movimiento cómplice de rabo que te dice que todo irá bien, un lametón que sabe como el más reconfortante de los besos. No estoy exagerando, creo que cualquier afortunado que conviva con un perro podría confirmar todas estas beneficiosas y positivas sensaciones que te regala la convivencia con estos peludos.
Otra de mis pasiones es viajar. Sí, transportarme a otras culturas, aprender a vivir otras costumbres, impregnarme de imágenes y recuerdos que quedarán siempre en mi memoria.
El problema surge cuando quiero unir mis dos pasiones y placeres: mis perros y viajar. A día de hoy en el país en el que vivimos es harto complicado poder moverte y viajar con animales. Y para mí, sinceramente, es muy duro y difícil verme en la obligación muchas veces de tener que separarme de mis perros porque este país no esté preparado para estos menesteres.
El problema comienza ya de primeras con los transportes. En los autobuses interurbanos los perros tienen que viajar siempre en el maletero o bodega del autobús metidos en un trasportín ya que la ley prohíbe su transporte en el habitáculo de viajeros. Además muchas compañías ponen límites respecto al peso del animal no pudiendo superar los 10 kilos. Es decir, si tu perro pesa 12,15, 25 o cualquier peso superior a 10 kilos olvídate de coger un autobús. Y no hace falta explicar lo traumático que tiene que ser para el animal estar encerrado en una jaula, a oscuras, con el ensordecedor ruido del motor, viendo pasar alguna maleta que se ha movido y sin ningún tipo de climatización sea invierno o verano. Sí, nuestras leyes exigen eso…
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