Marina hizo la maleta en 2016 para vivir de viajar. Tres años y dos crisis personales después, trabaja por el mundo como fotógrafa. Acaba de montar un retiro femenino de surf y yoga en Sri Lanka, que es también un proyecto social a favor de los derechos de las mujeres locales.
Por:Yrene Liñan
El viaje de Marina
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Marina Alonso (Madrid, 1993) trata, con un granizado de kiwi entre las manos, de calmar su sed porque viene de conceder su enésima entrevista sobre su periplo por Australia y el sudeste asiático en la Cadena SER. Entró con 20 años como becaria y trabajó dos veranos como colaboradora. Tenía una carrera, una familia, una casa y un novio, pero le faltaba ese algo para sentirse llena. Y lo dejó todo para encontrarlo. “Mi sueño siempre fue irme a Australia y tomé esa decisión: hice las maletas, compré un billete de ida y lo que iban a ser siete meses, al final fueron dos años. Era ahora o nunca”, sentencia.
Nuevo nº Junio 2020
Empezó por Sídney en 2016, donde estudió inglés y trabajó en restauración. “Fue muy duro. No quería que mis padres me pagaran nada, Australia es un país muy caro y yo me tenía que mantener. Mi ritmo diario eran 13 horas estudiando y trabajando sin parar”. Guarda buen recuerdo de ese primer año: viajó por el sudeste asiático, encontró un novio australiano y le dio tiempo a volver a España.
El 2017 fue más duro, empezando por el disgusto de sus padres cuando se enteraron de que Marina había planeado su vuelta a Australia a escondidas. Aún así, nadie le cortó las alas y regresó a las antípodas para quedarse para siempre. Para
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solicitar un segundo año de visado, tiró de la visa de trabajo, que para los españoles, conlleva 88 días de trabajo obligatorio en una granja o en restauración en zonas despobladas al norte de Australia. “Me fui a la Australia profunda, que es lo que no nos venden de Australia. Yo era la única persona de habla no inglesa que habían visto”, cuenta Marina, refiriéndose a su primer destino: “Me pasaron cosas que, mentalmente, no podía soportar. Sufrí racismo y no entendía la forma de hacer las cosas. Imagínate a un lugareño preguntándote si en ese pueblo se organizaban carreras de caballos. ¿Por qué no? Si yo llevaba a los turistas a ver cocodrilos…”, ríe.
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La soledad, la desorganización y la discriminación materializaron en despido. Por suerte, consiguió otro trabajo en el resort de una isla cercana. Frente a las doce personas que la habitaban, se erigía una naturaleza salvaje, en mitad de la que ella vivió dos meses. “Tenía que pagar al resort 400 euros a la semana por vivir en una tienda de campaña abierta por el techo, que me meaban los animales encima”, recuerda. Lejos de desesperar, Marina investigó sobre aquella isla y redactó su primer artículo periodístico después de dos años de cambio de periodismo por supervivencia. “Volví a escribir y a tener una motivación y confianza en mí misma”. La isla le hizo fuerte.
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Su aventura en Australia terminó cuando se marchó a Sri Lanka para ayudar a su novio con su negocio allí. Unas horas bastaron para que él se diera cuenta de que sus intenciones no cuajarían y se fuera a Tailandia con su socio. “Me dijo: ‘No espero que me sigas’”, cuenta Marina. “Y dije: ‘No, no te voy a seguir. Ya te seguí aquí, soy tu segundo plato’. El mismo día que lo dejamos y decidí marcharme fue el día que nos mudamos a la casa que habíamos encontrado para vivir juntos”. …