CARLOS BARDEM: “NACIÓ ACTRIZ POR BARDEM Y, MUCHO MÁS AUN, POR LAS GENERACIONES DE CÓMICAS -MUÑOZ SAMPEDRO- QUE LA PRECEDIERON”



Pilar Bardem fue la heredera y sucesora de toda una saga de cómicos dedicados al cine y al teatro. Su hijo Carlos Bardem y su nuera, Cecilia Gessa, recuerdan para Revista Fetén su legado actoral y familiar.
Pido permiso para meterme en las primeras líneas de este artículo. No porque yo hubiera conocido a la Bardem (que ya me hubiera gustado, todo sea dicho), sino porque este es un propósito que veo cumplido pasados dos años de su fallecimiento, cuando me limité a recordarle en un espacio radiofónico dedicado al cine, que no quedó grabado. Desde entonces, arrastro las ganas de rendirle un merecido tributo escrito a una mujer que dedicó su vida a la interpretación y al compromiso por el oficio que heredó y siempre supo defender. Su hijo Carlos Bardem y su pareja, Cecilia Gessa, hablan para Revista Fetén con el fin de recodar a su referencia actoral y maternal. Gessa destaca la energía que irradiaba: “Era envolvente, cariñosa, poderosa y profundamente inspiradora. Era la energía de una mujer sabia, que había vivido múltiples vidas y enfrentado innumerables situaciones. Era una luchadora, una mujer excepcional”. Para su primogénito, “Pilar Bardem era, antes que nada y, ante todo, mi madre. Pero, además, una persona que nunca lo tuvo fácil y nunca se rindió, una luchadora por lo que creía justo para ella, para los demás y, en especial, las personas que más amó después de sus hijos: las actrices y los actores, los cómicos, como ella nos llamaba”. Pero antes que convertirse en la madre de Carlos, Mónica y Javier, María del Pilar Bardem Muñoz fue hija, hermana y sobrina de los nombres más referenciales de la profesión.
Revista Fetén
Doña Matilde Muñoz Sampedro y don Rafael Bardem Soler tuvieron a Pilar en Sevilla, en marzo de 1939 “porque la compañía de mis padres iba por las ciudades conforme Franco las iba liberando, como decían los nacionales”. Una familia errante que giraba por el país, pisando los mejores teatros, hacía que Pilar “gateara” por tablas ya desde bebé. Sus tías Mercedes y Guadalupe Muñoz Sampedro, curtidas damas de la escena y con sólidas trayectorias cinematográficas (especialmente Guadalupe, a las órdenes de Florián Rey o de Luis García Berlanga, entre otros), e hija de esta era la prematura fallecida, estrella nacional del cine de la posguerra, Luchy Soto.



Su hermano, el prolífico Juan Antonio Bardem, que merece un especial apartado en la biografía de Pilar, solo fue a ver a su hermana al teatro en una ocasión: cuando hizo de Clotilde en Eloísa está debajo de un almendro, personaje que era muy especial para la intérprete. “Lo hizo porque había ido también cuando mi tía la estrenó originalmente y, entonces, me reconoció que era igual que mi tía Guadita”, desveló Pilar en una entrevista para El Periódico de Catalunya. Juan Antonio, diecisiete años mayor que su consanguínea, fue el primer español que lograría con La venganza, protagonizada por una profesional Carmen Sevilla, optar al Oscar. “A pesar de eso que se dice, Juan Antonio siempre fue un poco alérgico al nepotismo”, contaba Pilar. Al director de Varietés (1971), la primera colaboración en la que dejarían de ser solamente hermanos para convertirse en director y actriz (repetirían en El poder del deseo y con El puente), le costó convencerse. “En 1970 le pregunté si tenía algún papel para mí en la película y, tajante, me dijo que no”. Las protagonistas de aquel filme eran unas enfrentadas Trini Alonso y Sara Montiel, no obstante, “una extra que tiene que estar muy buena” debía figurar de hindú. “Me presenté en el rodaje con tetas postizas y un top despampanante y me dijo que vale”, recordaba la Bardem sobre su estreno a las órdenes de su hermano.



A ambos el oficio les viene de casta al galgo, como decía él. Algo que corrobora Carlos Bardem: “Efectivamente. Ella nació actriz por Bardem y, mucho más aun, por las generaciones de cómicas [Muñoz Sampedro] que la precedieron”. Una lógica familiar en la que dedicarse a otro oficio que no fuese la actuación era algo extraño. “Para entender lo que es este oficio para nosotros, permíteme que me refiera un momento a mí mismo”, dice el polifacético autor. “Yo empecé tarde a actuar, ya en la treintena, aunque hice muchas cosas antes. Pero cuando por fin decidí dedicarme profesionalmente a la actuación, mi madre me miró y me dijo que ya era hora, que ya estaba bien de extravagancias. Para ella lo lógico y lo normal era ser actor, actriz”, cuenta el descendiente de la prolífica saga.
UNA INTÉRPRETE HECHA A SÍ MISMA
Pero Pilar Bardem se matriculó en Medicina porque deseaba irse a la India a colaborar con Teresa de Calcuta, gracias a la cual descubrió “un mundo distinto, el del amor al prójimo y a la solidaridad”. Pero sus misioneras ideas se vieron truncadas cuando fue maniquí (“que no modelo”) de alta costura para firmas como Balenciaga o Loewe. La interpretación vino gracias a su tía Guadalupe cuando, por medio de ella, apareció el actor Manolo Gómez Bur, que veía en ella cualidades interpretativas y le ofreció la posibilidad de hacer el meritoriaje en su compañía. “Y así empezamos, Lola Herrera y yo, en los camerinos del teatro Reina Victoria, escuchando Ansiedad, de Nat King Cole, como amuleto antes de cada función”, contaba en una entrevista a AISGE.



Con tan solo dieciocho años debutó de protagonista en teatro en El paraíso de los imprudentes. “Es curioso que por entonces yo no me planteaba ser actriz. Había conocido a Carlos [Encinas, padre de sus tres hijos] y mi idea era casarme y cumplir mi sueño de tener hijos, dejar medicina. Pese a haberme criado en teatros, o quizás por ello, nunca pensé en mí misma como actriz”, confesaba en sus fantásticas memorias, que escribió con la colaboración de su hijo Carlos. “Lo recuerdo, cada vez más, como un privilegio. Mi madre tuvo hasta el final una memoria prodigiosa, detallista, así que yo la grababa contando minuciosamente su vida y luego ordenaba y daba redacción a todo eso. Conservo más de ochenta horas de grabaciones de mi madre. Un tesoro”, desvela sobre el gozoso proceso de escritura de las más seiscientas páginas repletas de vivencias y anécdotas narradas por la propia Bardem.
Su debut en el cine, no demasiado lúcido hasta el reconocimiento de la película, fue gracias a Fernando Fernán Gómez [por medio de una llamada de María Luisa Ponte] en El mundo sigue. El personaje, una modelo que en ocasiones ejercía la prostitución, estaba pensado para su prima Carmen, “pero se había quedado embarazada y se le notaba mucho”. En definitiva, una película que sería perseguida por la censura franquista y sufriría una importante criba en la industria española. Según Pilar Bardem, también porque el autor de la novela en la que se basaba la película, Juan Antonio de Zunzunegui, era gafe. Y con eso la Bardem se ponía seria. “Soy muy supersticiosa, y si alguien me enseña una nueva superstición me la quedo”, decía mientras mostraba su colección de estampitas (a lo que se sumaban anillos y colgantes de los que jamás se desprendía) que, según añadía, “más que de fe se trata de una especie de fetichismo o afán coleccionista”.
NUNCA DEJÓ DE TRABAJAR
Aunque su papel era secundario, fue un personaje modelo que la actriz tuvo que repetir en más de una ocasión a lo largo de su prolífica trayectoria profesional, puesto que las veces en la que interpretaría a singulares prostitutas superaría la docena. La descarriada, El libro de buen amor, El reprimido o, más recientemente, en Las edades de Lulú o en Entre rojas, película de Azucena Rodríguez, en la que coincidiría en el reparto con Penélope Cruz, mucho antes de que le ayudase a parir y parase un autobús en mitad de la carretera en Carne Trémula de Pedro Almodóvar, son algunos de esos títulos. La Bardem agradecía siempre a Mariano Ozores que contase con ella cuando todavía no era una actriz popular. Cuando sí lo fue, gracias a las brillantes oportunidades que le brindaron Julio Medem, Enrique Urbizu, Jaime Chávarri o Manuel Gómez Pereira, la escasez de proyectos en los ochenta se vio compensada con la vorágine laboral de los noventa, aunque Pilar, desde su proposición de dedicarse a la escena, nunca dejó de trabajar. “No paré ni un momento. Hubo una época en la que dormía exactamente una hora y 20 minutos al día. Hacía televisión, dos funciones y por la noche trabajaba en un café teatro. Fue muy duro sacar a la familia adelante”.
CECILIA GESSA: “COMO COMPAÑERA DE LUCHA ERA CONTUNDENTE Y MUY DECIDIDA”
Cecilia Gessa, también actriz y curtida en la dirección y producción audiovisual, destaca que una aspirante a actriz debe aprender de Pilar “la resiliencia. No es una profesión fácil; implica estar siempre preparado para lo que pueda surgir y aprovechar al máximo las oportunidades. Nunca se sabe cuándo se volverá a trabajar”. Ella más que nadie lo supo. Nunca se rindió. El culmen de un sacrificio gustoso llegaría con la inmensa oportunidad que Agustín Díaz Yanes le dio al ofrecerle ser la bondadosa suegra de Victoria Abril en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Doña Julia le premió con el Goya a la Mejor Actriz de Reparto, galardón que recogió agradeciendo a los artífices de aquel animal escénico: Rafael y Matilde. Exactamente igual que hizo su hijo, Javier Bardem, cuando, merecidamente, recogió el Oscar a Mejor Actor de Reparto. “Esto es para ti, para tus abuelos, para tus padres, Rafael y Matilde. Esto es por los cómicos de España que han traído, como tú, la dignidad y el orgullo a nuestro oficio”, dedicó el actor, cerrando aquella madrugada española, no solo el ciclo de reconocimiento a dos grandes parientes escénicos, sino, además, recogiendo la estatuilla americana que, cuarenta y ocho años atrás, no se llevó su tío Juan Antonio Bardem.



Haciendo balance de su carrera, Pilar Bardem definía su currículo artístico como “duro, largo y maravilloso”, pero, además de tener la capacidad y presencia para dar el callo tanto en teatro como en cine o televisión, la matriarca de los Bardem, honrada por alardear el apellido por bandera, fue una de las más destacadas profesionales que no cesó la lucha infatigable por los derechos sindicales de sus compañeros de oficio. “El amor por sus compañeros de oficio, por los cómicos, le llevó a ejercer la presidencia de AISGE”, cuenta su hijo Carlos acerca de la labor que llevó a cabo desde 2002 hasta 2018. “Nunca cobró nada por hacerlo y consagró muchos años de su vida a pelear por los derechos de los intérpretes, actrices, actores, bailarinas y bailarines. Lo enfocó siempre como una lucha política y fue feliz haciéndolo”, añade. Aunque no fue lo único por lo que peleó. Encabezó el No a la guerra en 2003, luchó firmemente contra la violencia de género, pasando por la lucha contra la violencia de género o leyó el manifiesto que defendía el matrimonio igualitario. Gessa le acompañó en muchas de las reivindicaciones a las que la Bardem no dudaba en sumarse. “Como compañera de lucha era contundente y muy decidida”, revela la actriz. “Para mí, a día de hoy, su hijo mayor, Carlos, es el que más se le asemeja. Su capacidad para hacer el bien sin buscar reconocimiento, sin pretender impresionar a nadie con su generosidad, es algo que siempre la caracterizó. La echo mucho de menos”, concluye la nuera de la intérprete.
Tremendamente querida por la profesión (se dice que no se recuerda una más multitudinaria celebración que el homenaje sorpresa que mil quinientos actores y amigos le dieron en el Circo Price en 2017), el 17 de julio de 2021 fallecía Pilar Bardem, una actriz hecha a sí misma. Siempre al píe del cañón, con una fuerza contagiosa, un talento descomunal, una voz grave que te atrapaba y una mirada poderosa. De actitud tenaz, la ficción teatral y audiovisual nunca topará con ninguna como ella.
Una actriz con una vida tan intensa similar a los personajes que interpretó, en una diversidad de formatos y géneros. Para concluir, le preguntamos a su hijo Carlos Bardem por el formato o la disciplina en la que su madre se sentía más cómoda. Respondía esto: “Aunque cantó jazz muy joven, Pilar Bardem solo fue actriz, solo se sintió actriz y nunca quiso ser otra cosa que actriz. Y lo consiguió”.