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    Ricardo Arranz: Retratos con alma y fotografía gastronómica con identidad

    Ricardo Arranz, nacido en Madrid en 1971, es fotógrafo de retrato dedicado a perfiles de profesionales procedentes del mundo del arte. Sus clientes son actores, bailarines, músicos, cantantes, y desde todos los ámbitos, teatro, cine, musicales, directores de orquesta, baile clásico, pianistas, sopranos, etc.

    También se dedica a la fotografía gastronómica, con una visión global de lo que sucede en un restaurante. Desde la materia prima y el local, hasta las personas que hacen que ese restaurante tenga un estilo propio y bien definido, poniendo mucho peso en la creatividad de los proyectos, y en la propia figura del chef como elemento director.

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    Experiencia y estilo.

    Descubre la fotografía hace casi unos veinte años, y lo que se inició siendo un entretenimiento, se fue transformando en algo más, siendo parte de su día a día, terminando por no salir de casa sin una cámara en la mano.

    Se dedica al retrato de personas, sus retratos son sencillos y naturales, sin más pretensiones que mostrar en sus imágenes personas que transmitan su propia historia, sin forzarles a nada que sea distinto que la propia expresión y sentimientos de ese momento. 

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    Vista

    Para conseguir eso, la persona fotografiada tiene que sentir que en el estudio está al mando de lo que sucede, que lo importante es ella por encima de cualquier pose o esquema de iluminación, y el fotógrafo da un leve paso hacia atrás para que pueda ocupar ese espacio con libertad para que perciba que no está ante algo predefinido ni artificial.

    Los primeros momentos de una sesión fotográfica son difíciles, incluso para las personas que puedan dedicarse al teatro, la música o el baile. Están en un entorno ajeno, ante una persona más o menos desconocida, y viene de hacer cosas muy distintas de lo habitual. Hay que ayudarlas a hacer un salto, de lo que sucede fuera a lo que se quiere hacer en el estudio, y el primero que tiene que mover ficha es el fotógrafo, y pasa por renunciar a dirigir o dictar lo que hacer, para que la persona sienta que la que llevará las riendas será ella al momento en que se sienta preparado para hacerlo.

    Las primeras fotos son complicadas, me coloco frente a ella y aunque hubiéramos hablado antes, siempre es un momento difícil cuando empiezo a disparar. Dos personas, una frente a otra, cerca uno del otro, una cámara por medio, los flashes, incluso puede que una maquilladora observando, etc

    Al comienzo les suelo explicar que el secreto para salir bien en una foto no va a venir por ser guapos, el look elegido, la pose, la sonrisa o las caras de gestos exagerados.

     El secreto de una buena foto es hacer que la persona que en futuro vea la imagen se pare en ella, y le dedique unos segundos, y eso en un mundo donde vemos cientos de imágenes al día es difícil. 

    Para eso tiene que haber una persona que transmita buen rollo, llámalo satisfacción, tranquilidad, seguridad en uno mismo, cada uno sabe lo que puede dar, y que para eso se necesita que no piense en lo que tiene que hacer ese día cuando salga del estudio, ni le acompañen los problemas. 

    El mundo se para en ese rato, y trato de que esa persona se permita que sea ella misma en ese rato, que lo disfrute porque es para ella, y que todo lo que suceda en ese espacio le facilite pensar en el aquí y en el ahora.

    Cuando ves que la persona retratada va tomando las riendas, se va lanzando a más, simplemente hay que señalarle el camino para que ella misma siga avanzando. 

    Cuando la sesión ya va rodada, en ocasiones propongo probar otras cosas, y también doy alguna recomendación de lo que su agencia va a necesitar, pero siempre la prioridad es el acto creativo que de forma de forma conjunta se va formando entre el cliente, fotógrafo, maquilladora y todos los profesionales que participen en el proyecto.

    Me gusta pensar que en cada sesión existe un espacio para el error y la equivocación, con eso la persona retratada siente que también tiene derecho a mostrase imperfecta y limitada. En el momento en que siente que no tiene ser perfecta, ni que se acaba el mundo si ese día no tiene cuerpo para fotos, se relajan, disfrutan sacan ese yo real, humano, limitado, gracioso, soso, torpe, alegre, vivo, con la oreja fea, orgulloso de su lado bueno, arrugas, pero empoderados desde su propia imperfección, y así, jamás fallamos.

     Como dijo Geoffrey Rush en Shakespeare in Love:

    Permítame que le explique el negocio del teatro. Por natural condición es una sucesión de obstáculos que conducen a un inminente desastre.

    – ¿Qué haremos pues?

    – Nada. Extrañamente siempre sale bien.

    – ¿Cómo?

    – No lo sé. Es un misterio.

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