Cada temporada estival ocurre lo mismo: lugares que se ponen de moda —porque lo dice Instagram, una serie, o porque alguien lo viralizó— hacen que alojamientos que en realidad están más cerca del concepto de casa rural o pensión, pasen a costar lo mismo (o incluso más) que un auténtico hotel de lujo de cinco estrellas.
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SuscribirmeY aquí es donde empieza el problema. Y el engaño.
No es una cuestión de clasismo, sino de claridad. Porque un hotel de lujo no solo se paga por sus vistas o su enclave. Se paga por una experiencia completa, por un estándar internacional, por un nivel de servicio que implica personal 24 horas, sábanas de hilo impecables, colchones de alta gama, amenities, desayuno completo, room service, conserjería, detalles, confort, tranquilidad… lujo, vaya.
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En cambio, muchos de esos “hotelitos con encanto” que aparecen en los buscadores con tarifas altísimas no ofrecen ninguno de esos servicios. A menudo el desayuno es una bandeja de bollería industrial y un café de máquina que parece más de hospital que de vacaciones. Las camas no están a la altura, la atención es limitada o inexistente, no hay seguridad, no hay asistencia 24h. Y eso sí: “vistas al mar”.
Entonces, ¿por qué se paga lo mismo?
Porque se ha instalado la idea de que el lujo es inaccesible, mientras que lo “casual”, “rústico” o “auténtico” tiene más alma. Y no es verdad. Lo auténtico no tiene que ir reñido con lo profesional. Y lo caro no es sinónimo de lujo si no hay servicios detrás que lo respalden.
El peligro de esto es doble:
1. Se desvirtúa el valor real del servicio profesional de un hotel de lujo.
2. El cliente se frustra y acaba pensando que todo lo “caro” es abuso.
En FETÉN llevamos tiempo defendiendo que el verdadero lujo no es solo pagar más, es recibir más: más atención, más confort, más experiencia. Un hotel de lujo es, por definición, un espacio donde todo está pensado para ti, y donde cada detalle está cuidado con mimo y profesionalidad.
Por eso, antes de reservar este verano, hagamos todos un ejercicio: no solo miremos el precio, miremos qué incluye. Y sobre todo, miremos cómo nos quieren hacer sentir.
Porque pagar 400€ por dormir no es lo mismo si del otro lado hay una recepción cerrada, una cama mediocre y un desayuno triste… o si hay un equipo que cuida cada momento de tu estancia como si fueras la única persona en el mundo.