En un mundo donde el teléfono parece una extensión de nuestra mano, pocos lugares consiguen lo impensable: que lo olvidemos. Y no porque no haya señal o Wi-Fi, sino porque simplemente no lo necesitas. Eso fue lo que me pasó en el Hotel Santa Marta.
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Ubicado en un rincón privilegiado de la Costa Brava, este hotel es mucho más que un alojamiento: es un refugio de belleza natural, bienestar y desconexión auténtica. Desde que puse un pie en su impresionante terraza frente al mar, algo cambió. El azul del Mediterráneo, el sonido de las olas, el aroma a pinos y sal… todo conspiró para que mi móvil quedara olvidado en la habitación.
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Un rincón que lo tiene todo
Las instalaciones del Hotel Santa Marta parecen diseñadas para que el tiempo se detenga: una piscina infinita que se funde con el horizonte, un spa donde el estrés se disuelve sin esfuerzo, senderos que serpentean entre el bosque y la playa privada que parece sacada de una postal. Aquí, cada rincón invita a mirar, sentir y estar presente.



La culpa fue del mar (y de todo lo demás)
La playa de Santa Cristina, de acceso casi exclusivo para los huéspedes, es de una belleza serena que hipnotiza. Me encontré observando las olas durante horas, sin necesidad de compartirlo en redes. El restaurante, con su cocina local reinterpretada con elegancia, fue otro motivo para dejar el móvil a un lado y simplemente disfrutar.
Y el hecho de ser también dogfriendly y poder compartir desayunos, paseos y momentos con Noa, mi compañera peluda, hizo que la experiencia de calma, relax y disfrute fuese aún más especial y completa.



Volver a lo esencial
En el Hotel Santa Marta, redescubrí algo tan simple como caminar sin rumbo, leer sin interrupciones o conversar sin mirar una pantalla. Por eso, si te preguntas por qué no respondí tus mensajes esos días, ahora sabes la verdad: la culpa fue del Hotel Santa Marta.