La Mujer en azul es una obra realizada en 1901 por Pablo Ruiz Picasso expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ingresó en este museo en el año 1988, procedente de los fondos del Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC). Este cuadro fue presentado en Madrid, en la Exposición de Bellas Artes, pero fue muy criticado y nadie lo quiso comprar.

Nuevo Nº Septiembre 2020

Este óleo fue pintado en Madrid a comienzos del período azul (1901-1904), época desarrollada a partir del suicidio de su amigo Casagemas, hecho que marcó profundamente la vida y la obra de Picasso. A partir de este momento empezó a pintar en azul, color asociado a la tristeza y a la melancolía. Dicha monocromía se pone de manifiesto en el retrato de la Mujer en azul, pero aún no presenta sentimientos de pena o dolor, rasgos propios de este período que sí se observan en la mayor parte de los cuadros de la etapa azul.

La Mujer de Azul

Una de las obras más representativas de este momento es El entierro de Casagemas (1901), en la que se funden aspectos que también se encuentran en la Mujer en azul. Por un lado, se recurre a la monocromía azul, aunque esta tonalidad está mucho más presente en la escena del entierro, y por otro se percibe el tema de la prostitución. Mientras que en El entierro de Casagemas se representa en la parte superior a una serie de jóvenes prostitutas que acogen al cuerpo del difunto, en la Mujer en azul se retrata a una posible cortesana de la época.

La cuestión de la prostitución tratada por Toulouse-Lautrec, cuya obra conoció Picasso durante su estancia en París en el año 1900, se aborda durante el período azul junto con otros temas relacionados con la marginalidad, como la pobreza, la ceguera y la vejez. La influencia de la vida nocturna parisina y el entorno cortesano se ponen de manifiesto no sólo en La Mujer en azul sino también en otros cuadros similares que llevó a cabo Picasso en 1901, como la Cortesana con collar de piedras preciosas y la Bailarina de cancán, que marcan su interés por la figura de la mujer y el Moulin de la Galette. Este salón de baile también fue reproducido a finales del siglo XIX y principios del XX por artistas como Renoir, Van Gogh, Casas y Toulouse-Lautrec.

Durante el período azul Picasso tomó a un gran número de referentes artísticos, pues aún no había elaborado un estilo propio. No sólo se basó en el repertorio artístico de Toulouse-Lautrec, sino también en su técnica, caracterizada por su pincelada suelta y segura. Asímismo, Picasso siguió el ejemplo de otros pintores que residieron en París, como Vicent Van Gogh, cuya pincelada pastosa, magnetismo y fuerza están también presentes en el retrato de la Mujer en azul.

Por otro lado, se reconoce la influencia de La reina Mariana de Austria de Velázquez, a quien Picasso estudió durante su estancia en Madrid en 1898. Tanto la figura del cuadro del artista sevillano como la Mujer en azul se muestran hieráticas, y su actitud de confianza queda remarcada gracias al gesto horizontal del brazo, que contrasta con la verticalidad de su postura. Esta conjunción de líneas verticales y horizontales provoca una sensación de estabilidad que, al mismo tiempo, queda reforzada por el fondo, en el que predomina una capa de pintura azul dividida por una línea perpendicular. A lo largo del período azul esta firmeza y hieratismo, presente en algunos personajes, se fue perdiendo para desembocar en cuerpos encorvados y frágiles.

Además, en el cuadro de Picasso se advierte un interés por los contornos gruesos y continuos, las formas redondeadas y la decoración de las indumentarias. Estos rasgos, propios del modernismo catalán, los observó durante su estancia en Barcelona en 1899, momento en el que entró en contacto con artistas como Hermenegildo Anglada-Camarasa, que frecuentaban Els Quatre Gats. Originario de Barcelona, realizó asimismo numerosas obras de mujeres en las que predominan el contorno y los elementos florales, que también utiliza Picasso para ornamentar el sombrero de la Mujer enazul.

El gusto de Picasso por el aspecto decorativo del modernismo se funde con la temática de la cortesana presente en Toulouse-Lautrec, tal y como se observa en representación de suntuosas joyas y una amplia vestimenta de color blanco, que contrasta con unos sensuales labios rojos. Este color tan destacado en el lienzo dota a la mujer de un carácter amenazante, subrayando así la carga personal y psicológica que Picasso otorga a muchas de sus retratos.