EMPATÍA COLECTIVA

    ¿Y e El otro día fui al teatro. ¡Vaya novedad! Diréis.

    No os voy a contar lo que vi, tampoco lo que me pareció, ni con quién fui. 

    Nahia Laiz

    Sólo quiero hablar sobre algo que ocurrió, aparentemente ajeno al espectáculo, pero directamente provocado por él. 

    Nuevo Nº Marzo 2022

    Hubo un momento durante la función en el que se me saltaron las lágrimas de forma incontenible y sin previo aviso. Como no quería hacer ruido trataba de llorar “hacia adentro”. Esto hacía que mi cuerpo temblara como un polluelo bajo una tormenta. La mascarilla se empapaba en lágrimas y mocos y las lentillas se me pegoteaban a los ojos con tanta agua salada que salía de ellos. 

    Seguí atendiendo a lo que seguía pasando en escena a la vez que observaba por el rabillo del ojo otras reacciones. 

    Nahia Laiz entre Candilejas

    Me preguntaba si habría alguien más sintiendo lo mismo que yo. Me dieron ganas de gritar “¡¿Algún emocionado en la sala?!”.

    Pensaba si mi acompañante se daría cuenta, si se emocionaría igual, si se sentiría abrumado por mi reacción. Así que me envolví en mi foulard hasta que de repente, su brazo se posó sobre mis hombros acunándome. Alivio. Gracias, sereno acompañante. 

    La función duró tres horas y al salir…lo típico: saludé a quienes conocía, me presentaron a los que no y felicité a las amigas, las grandes actrices que salían por la puerta de artistas. Orgullo de compañeras.

    Nos estamos perdiendo muchas cosas y dejando a mucha gente atrás, fuera de lo que se considera colectivo

    En esta algarabía del encuentro a las puertas del teatro, una mujer – también actriz – a la que me acababan de presentar, se volcó para contarme su historia personal, tan vinculada al tema que trataba la obra. Abrumada por su propia reacción, no podía parar de llorar delante de mí aunque no me conociera de nada y yo me moría de ganas de abrazarla pero sólo podía sonreírle con los ojos sobre mi mascarilla empapada. 

    Otra amiga que había estado entre el público me dijo que, aunque la obra le había gustado, no había sentido nada porque lo que contaban le pillaba demasiado lejos. 

    Nahia entre Candilejas

    Yo estaba en medio de las dos: Emocionada como quien había vivido aquello en primera persona, aunque alejada de la historia en el tiempo y el espacio.

    Esto me hizo pensar en el término que da título a este texto: “empatía colectiva”. 

    Cuando lo he buscado – porque siempre consulto todo – entre un montón de artículos, estudios y definiciones de la palabra empatía, he encontrado lo siguiente: 

    “”Empatía colectiva” es el fenómeno social que sólo genera el Mundial (de fútbol). Los psicólogos explican que se trata de la capacidad de reconocer las propias emociones y actitudes en los otros. Es un momento en el que desaparecen las diferencias y florece el sentimiento de hermandad entre desconocidos.”

    Casi me han dado las mismas ganas de llorar que tuve en el teatro. 

    Nahia entre candilejas

    ¡¿Sólo el fútbol?!

    Vaya por delante que no tengo nada en contra de ese deporte ni de quienes lo practican o disfrutan. Lo que no me puedo creer es que sea lo único que remueve las tripas, las emociones y las pasiones de una gran mayoría… o que nos lo vendan así.

    Nos estamos perdiendo muchas cosas y dejando a mucha gente atrás, fuera de lo que se considera colectivo

    A mí, particularmente, el fútbol no me provoca absolutamente nada. Me es completamente indiferente y ajeno. 

    Con esto y según los estudios, no soy colectivamente empática – emoticono de carita rancia-.

    Pero desde mi experiencia sé que el cine, el teatro y cualquier arte – además de todos los demás deportes y cualquier experiencia que se les ocurra – es tan capaz de conmover y apasionar “a las masas” como el fútbol.

    A partir de aquí, como siempre, sólo caben preguntas. Ayúdenme a responderlas, por favor…

    ¿Qué ocurre que no interesa hacer de la cultura una industria tan poderosa como la del fútbol? 

    He puesto tres ejemplos de vivencias diferentes ante un mismo hecho, todas válidas y hermosas: 

    Una mujer emocionada hasta los cimientos por una historia lejana a ella en el tiempo y el espacio. (La menda lerenda). 

    -Una mujer removida entera porque había vivido esa historia en sus propias carnes. 

    -Una mujer nada emocionada, capaz de disfrutar del hecho teatral, pero no de conmoverse porque sentía la historia muy lejos de ella en el tiempo y en el espacio. 

    En medio un hombre silencioso, sereno, que abraza a la primera mujer, observa a la tercera y se queda con ganas de consolar el llanto de la segunda porque no la conoce… pero, aunque les separa una butaca protocolaria de distancia de seguridad, un mundo y muchos años, su manera de llorar le llega al corazón y le transforma. 

    ¿Entonces? ¿Dónde ponemos la empatía colectiva? Ni en unos ni en otros…si no en todos. Ampliemos miradas, estudios y términos, por favor.  

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